lunes, 25 de agosto de 2014

El Eterno Retorno y La Energia Oscura... Nietzsche

Nietzsche, el eterno retorno y el misterio de la energía oscura: otra visión del universo






Aunque es un tema muy complejo –quizás “el más complejo”– todos tenemos una idea básica sobre el origen y desarrollo del universo. Existe una cosmología de consenso, en torno a la teoría del Big Bang que, pese a que sigue teniendo importantes lagunas, cuenta con un modelo teórico robusto y está ampliamente aceptada entre la comunidad científica.

Según esta teoría, el universo surgió de la nada. Por razones que se desconocen, tuvo lugar una gran explosión (el “Big Bang”, tal como lo bautizó el astrofísico inglés Fred Hoyle, paradójicamente, detractor de esta teoría), surgió la materia y la energía y, desde entonces –hace 15.000 millones de años (aunque esta cifra se sigue debatiendo)–, el universo no ha dejado de expandirse y enfriarse.

La teoría del Bing Bang no es la única que puede explicar cómo funciona el universo

La teoría del Bing Bang no sólo es aceptada por gran parte de la comunidad científica, además ha calado entre la ciudadanía, en su mayoría incapaz de entender nada de lo que investigan los físicos teóricos. En los últimos 50 años nos hemos acostumbrado a pensar que el universo tiene un principio, algo que, además, encaja (salvando las distancias) con la cosmología de las tres grandes religiones monoteistas, que insisten en que Dios creó el mundo. Pero lo cierto es que, como señala el físico teórico de la Princeton University, Paul Steinhardt, en el nuevo libro The Universe: Leading Scientists Explore the Origin, Mysteries, and Future of the Cosmos (Harper Perennial) –del que se ha publicado un extracto en Salon–, la teoría del Bing Bang no es la única que puede explicar cómo funciona el universo. Existe un paradigma alternativo que debemos plantearnos: puede que el universo sea interminable y su evolución cíclica.

Steindhart no cree que el modelo del Bing Bang deba abandonarse –de hecho, sus aportaciones sobre la inflación cósmica son claves para esta teoría–, pero lleva una década advirtiendo junto a su colega Neil Turok de la Universidad de Cambridge que, dados los recientes descubrimientos sobre el asunto, es necesario plantear una teoría cosmológica alternativa, que podría cambiar por completo lo que pensamos sobre el universo.

Paul Steindhart. (Natalie Wolchover/Quanta Magazine)

Una idea presente a lo largo de toda la historia

Como explica Steindhart, la idea de que el universo es cíclico no es nueva. La mayoría de las cosmologías orientales tradicionales se basan en este supuesto –el mundo se reencarna al igual que las almas–, y en occidente la idea del "eterno retorno" era defendida por los estoicos, que creían que el mundo extinguía para volver a crearse. Más tarde Friedrich Nietszche popularizó la idea de que el universo es cíclico y, aunque filósofos posteriores dudan si el pensador aleman se refería a éste como una verdad cosmológica o como un mero concepto intelectual, su concepción ha permanecido como un tópico literario y cultural hasta la fecha.

Volviendo al terreno de la ciencia (aunque en estos terrenos comienza a mezclarse con la filosofía), en los primeros días de la cosmología relativista hubo numerosos físicos que plantearon la posibilidad de que el universo no tuviera principio ni final. El propio Albert Einstein teorizó con la posibilidad de que el universo siguiera unos ciclos eternos que comenzaran con un Big Bang y acabaran con un Bing Crunch. La teoría planteada por Turok y Steindhart no deja de ser una versión de lo planteado por Einstein, pero adaptada a los últimos descubrimientos sobre el origen del universo (que no son pocos).

Puede que no vivamos en un sitio especial, pero sí vivimos en un tiempo especial, un tiempo de transición entre la deceleración y la aceleración del universo

Steidhart cree que la idea de un universo cíclico es muy atractiva por una razón: “Si tienes un universo con un principio tienes el desafío de explicar por qué empezó y las condiciones con las que empezó. Pero si tienes un universo cíclico, es eterno, por lo que no tienes que explicar cómo empezó”. Pero no es oro todo lo que reluce. En primer lugar, cada vez que el universo se contrae hasta que "cruje" la densidad y temperatura de éste se elevan hasta valores infinitos, y no está claro cómo puede explicar esto las leyes de la física. En segundo lugar, cada ciclo de expansión y contracción añade una entropía (según los procesos naturales de la termodinámica) al ciclo siguiente. Esto hace que cada ciclo dure más que el siguiente y, en sentido inverso, cada ciclo anterior es más corto, hasta llegar a cero. Por tanto, el problema de no tener que explicar el principio no está resuelto.

La teoría que plantean Turok y Steindhart trata de reintroducir la idea del universo cíclico, pero resolviendo estos dos problemas y, de paso, los escollos principales de la teoría del Big Bang.

Un descubrimiento que lo cambia todo

Según la teoría de consenso, tras el Big Bang la materia y la radiación dominaron el universo y, durante sus 15.000 millones de años de vida, la expansión del universo se fue decelerando, debido a que la materia y la radiación provocan fuerzas gravitacionales que frenan ésta.

Pero en 1998 se hizo un descubrimiento que cambió por completo lo que creíamos. Las observaciones de supernovas muy lejanas sugirieron que la expansión del Universo se estaba acelerando, una idea que se confirmó después gracias a varias fuentes independientes. Esto quiere decir que, a la fuerza, la mayor parte de la energía del universo no está compuesta por materia ni radiación, sino por otro tipo de energía que, en vez de atraer a los cuerpos, los repele (tiene lo que se conoce como una fuerza gravitacional repulsiva). A falta de un término mejor, fue bautizada por el físico Michael Turner como “energía oscura”.

Poco se sabe de lo que es en realidad esta energía oscura, más allá de que es muy homogénea, no muy densa y no interactúa con ninguna de las fuerzas fundamentales excepto la gravedad. Hay diversas teorías que tratan de explicar qué es en realidad pero si en algo coinciden los científicos es en que existe y, según los últimos estudios, debe representar el 73% de la masa del universo.



Steindhart cree que los físicos, y no digamos el público general, no son plenamente conscientes de las implicaciones que tiene este descubrimiento que, a su juicio, lo cambia todo. “Hemos descubierto algo muy extraño sobre la naturaleza del tiempo”, asegura el físico. “Puede que no vivamos en un sitio especial, pero sí vivimos en un tiempo especial, un tiempo de transición entre la deceleración y la aceleración; hemos pasado de un tiempo en que la materia y la radiación dominaban el universo a uno en que de forma muy rápida se están convirtiendo en componentes insignificantes”.

La energía oscura deja de ser un actor inesperado que los científicos no saben dónde colocar en la teoría del Big Bang a ser el centro mismo de la evolución del universo

En la teoría cíclica propuesta Turok y Steindhart la energía oscura cumple un papel protagonista. Los científicos proponen, en resumen y tratando de ser lo más simple posible, que los ciclos interminables del universo comienzan con un bang (al no ser único, prefieren quitarle el título de “grande”), cuando el universo alcanza su máxima densidad. Tras esto hay una fase dominada por la radiación, después, una fase dominada por la materia –en la que se forman los átomos y las galaxias– y, tras esto, una fase (en la que estaríamos ahora) dominada por la energía oscura.

Según esta idea, la energía oscura deja de ser un actor inesperado que los científicos no saben dónde colocar en la teoría del Big Bang a ser el centro mismo de la evolución del universo. La energía oscura es responsable de los ciclos pues, cuando domina el espacio, hace que la expansión del universo se acelere y, después de varios miles de años después, vuelva a contraerse hasta que el ciclo se resuelve en un crunch, que será seguido de inmediato de un nuevo bang. El resto de detalles, que no son pocos, están explicados gracias a las branas, entidades físicas conjeturadas por la Teoría M (la teoría universal que unifica todo lo que sabemos sobre las supercuerdas), que juegan un rol fundamental en la teoría de Turok y Steindhart, ya que, de su colisión, depende su particular bang.

(iStock)

Sabemos mucho, pero no tenemos certezas de nada

Aunque en la teoría del universo cíclico los procesos físicos y la escala temporal del universo son completamente distintos a la postulada por la teoría del Big Bang, la distribución de la energía y la temperatura es esencialmente la misma que en la inflación cósmica, pilar básico de la teoría de consenso y encaja con el resto de lo que sabemos hoy sobre el universo y la física.

La historia de nuestro universo, en cualquier caso, está muy lejos de completarse. Hay que recordar que el pasado marzo se anunció el descubrimiento de las ondas gravitacionales que recorrieron el universo primitivo, durante el período de inflación. Algo que, según reconoció el propio Steindhart en Nature daría al traste con su teoría. El hallazgo, no obstante, se ha puesto en entredicho, y es probable que no logre confirmarse. El propio Steindhart ha dirigido estudios que, asegura, desmienten los titulares que aparecieron en todos los medios antes de que la investigación fuera revisada.

Aún no sabemos si el universo tiene principio o final, pero de momento lo que no acaban son las teorías para explicar su formación y desarrollo.

Curiosidades del universo que no conocías


Pese a los numerosos descubrimientos que hacen los científicos en el ámbito espacial, el Universo sigue guardando una infinidad de secretos por descubrir.

Washington. En esta galería conocerás algunos datos curiosos sobre el Universo recogidos por el portal ‘List25’.

Se trata de curiosidades como:

-La masa del Sol constituye el 99% de la masa total del Sistema Solar.

-La existe un planeta llamado HD189733b donde llueve vidrio.

-Un fotón tarda de promedio 170.000 años en llegar desde el núcleo del Sol a la superficie.

-Mucho más allá de Neptuno, puede haber un objeto del tamaño de la Tierra orbitando alrededor del Sol (la nube de Oort).

-Existe una nube de gas en la constelación de Aquila que contiene suficiente alcohol como para producir 400 billones de billones de litros de cerveza.

-Los escarabajos peloteros utilizan la Vía Láctea para orientarse.

-A 33 años luz de distancia de la Tierra se encuentra un exoplaneta completamente cubierto de hielo ardiente.

-Si se pudiera comprimir la Tierra hasta el tamaño de una canica, se convertiría en un agujero negro.

Científicos aclaran el por qué de las extrañas órbitas de ciertos exoplanetas



Científicos aclaran el por qué de las extrañas órbitas de ciertos exoplanetas









Berlín, 30 jul (EFE).- Un grupo de científicos ha averiguado por qué algunos planetas de fuera del sistema solar describen órbitas “extrañas”, excéntricas o inclinadas, tras estudiar una recién descubierta pareja de estrellas jóvenes a 450 años luz.

Con la ayuda de un telescopio en el desierto de Atacama (Chile), han descubierto que los discos protoplanetarios -donde se formarán futuros planetas- que giran alrededor de estas dos estrellas están “desalineados”, con una diferencia de al menos 60 grados, informa un comunicado el Observatorio Austral Europeo (ESO).

Esto provoca que la fuerza de gravedad de una estrella afecte a los planetas que rotan en torno a la otra, inclinando y deformando sus órbitas, concluye la investigación, que será publicada mañana en la revista especializada “Nature”.

“Aunque observaciones anteriores indicaban que existían este tipo de sistemas desalineados, las nuevas observaciones de (el telescopio) ALMA de (las estrellas) HK Tauri muestran con mucha más claridad lo que está pasando realmente en uno de estos sistemas”, explica Rachel Akeson, experta del Instituto de Ciencias Exoplanetarias de la NASA, en el Instituto Tecnológico de California.

La imagen, tomada desde el telescopio ALMA (Atacama Large Millimeter/submillimeter Array) supone la más clara aportación al estudio sobre discos protoplanetarios en una estrella “doble”.

El nuevo hallazgo, HK Tauri, se encuentra en la constelación de Tauro y está formado por dos estrellas de menos de 5 millones años de antigüedad que distan entre sí 58.000 millones de kilómetros, lo que supone 13 veces la distancia de Neptuno al Sol.

Aunque se trata de un caso “único”, los investigadores quieren ahora determinar si este tipo de disposición en un sistema de estrellas binarias es común en nuestra galaxia, la Vía Láctea.

A diferencia del sol, la mayor parte de las estrellas se forman en pares binarios -dos estrellas que se encuentran en órbita una alrededor de la otra-, lo que provoca que el proceso de formación planetaria en estos sistemas sea muy complejo.

La formación de las estrellas y los planetas se produce cuando inmensas nubes de polvo y gas se contraen debido a la gravedad y comienzan a girar, hasta que la mayoría de éstos caen en un disco protoplanetario aplanado, alrededor de “una creciente protoestrella central”, añade la nota.

Este Planeta Mide 19.000 Km´s



Científicos han realizado la medición más precisa jamás obtenida de un planeta fuera de nuestro Sistema Solar. Situado a 300 años luz de distancia de nosotros, el exoplaneta, llamado Kepler-93b, tiene un diámetro de 18.800 km, con una pequeña incertidumbre de más o menos 240 km, la distancia que hay, por ejemplo, de Madrid a Zamora.

Las observaciones realizadas con los telescopios espaciales Kepler y Spitzer permiten saber que Kepler-93b es una supertierra, es decir, su tamaño es algo mayor que el de nuestro mundo: en concreto, es casi una vez y media más grande. Aunque las supertierras son comunes en la galaxia, no existen en nuestro Sistema Solar. Conociendo bien el tamaño y la masa de mundos como estos, los científicos pueden empezar a teorizar sobre su composición.

«Con Kepler y Spitzer, hemos obtenido la medición más precisa hasta la fecha del tamaño de un planeta alienígena, lo que es fundamental para la comprensión de estos mundos lejanos», dice Sarah Ballard, de la Universidad de Washington en Seattle y autora principal de un artículo sobre los hallazgos publicado en la revista Astrophysical Journal.

«La medida es tan precisa que es, literalmente, como ser capaz de medir la altura de una persona de 1,80 metros dentro de tres cuartos de pulgada, si esa persona estuviera en Júpiter», apunta.
Temperatura abrasadora

Kepler-93b orbita una estrella de aproximadamente el 90% de la masa del Sol. La distancia orbital del exoplaneta, alrededor de un sexto de la de Mercurio del Sol, implica una temperatura superficial abrasadora de alrededor de 760º C. A pesar de sus similitudes recién descubiertas con la Tierra en su composición, Kepler-93b es demasiado caliente para la vida.

Para hacer la medición clave sobre el radio de este exoplaneta, los telescopios Kepler y Spitzer observaron el tránsito del mismo frente a su estrella, revelado por el eclipse de una pequeña porción de luz estelar. Spitzer confirmó en luz infrarroja las observaciones en luz visible de Kepler. Estos datos de corroboración evitaron un falso positivo.

Spitzer acumuló un total de siete tránsitos de Kepler-93b entre 2010 y 2011, lo que permitió obtener las mediciones precisas.

EXOPLANETA KEPLER 186-F, EL MÁS PARECIDO A LA TIERRA


EXOPLANETA KEPLER 186-F, EL MÁS PARECIDO A LA TIERRA




Se encuentra a 500 años luz de nuestro planeta.

Foto: Especial

Descubierto recientemente por la Administración Nacional de Aeronáutica y del Espacio (NASA), elplaneta Kepler 186-F encabeza la lista de losexoplanetas que son estudiados para buscar algún indicio de vida.

El investigador del Instituto de Astronomía de la UNAM, Salvador Curiel Ramírez, señaló que de todos los que se han descubierto, este planeta es el más parecido en tamaño a la Tierra.

Se encuentra a 500 años luz de nuestro planeta, en la zona habitable de la constelación Cygnus, por lo que podría tener vida o haber desarrollado vida en algún momento, detalló el investigador de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Curiel Ramírez explicó que la zona habitable de cualquier sistema solar es aquella donde la temperatura está entre 0 y 100 grados centígrados, es decir, donde puede existir agua líquida.

Por otro lado, entre los planetas más calientes están el WASP 103-b y el Kepler 78-b, cuyas temperaturas llegan hasta los tres mil grados centígrados, debido a que éstos se ubican cerca de su estrella, agregó.

Cabe señalar que la mayoría de los mil 703 exoplanetas confirmados por la NASA son del tipo de Júpitery se hallan próximos a sus estrellas, por lo que también se les conocen como Júpiter caliente.
En tanto los más grandes que hasta el momento se han descubierto, son los WASP 17-b, y el HAT-P-32-b, que tienen radios que son dos veces más grandes que el de Júpiter.

martes, 3 de junio de 2014

Detectan un agujero negro que creó la explosión de una supernova hace 11.000 millones de años


Detectan un agujero negro que creó la explosión de una supernova hace 11.000 millones de años

El telescopio VLT del ESO ha permitido observar el fenómeno
Los datos han dado pistas de la formación de agujeros negros
Al explotar, la estrella creó un agujero negro y expulsó dos chorros de energía




Una estrella que podría haber tenido varias centenas de veces la masa de nuestro Sol explotó hace casi 11.000 millones de años, tan solo unos 2.700 años después de que se formara el universo y originó un agujero negro.

El fenómeno se ha podido detectar, como ha explicado a RTVE.es el astrofísico del CSIC y codirector de la Unidad Asociada (IAA-CSIC/UPV-EHU) que ha realizado la investigación, Javier Gorosabel, porque "la estrella ha explotado de una forma singular".

Así, un equipo de investigadores en el que participa el Instituto de Astrofísica de Andalucía (perteneciente al CSIC) y la Universidad del País Vasco (UPV/EHU) ha conseguido pistas sobre la formación de un agujero negro que se produjo tras la explosión de la estrella masiva.

El hallazgo, publicado en la revista Nature, ha sido posible gracias a los datos proporcionados por el telescopio VLT (Very Large Telescope), ubicado en el Observatorio Austral Europeo (ESO) en el desierto de Atacama (Chile).
Gigantesca explosión

Gorosabel ha señalado que la supernova no explotó de forma radial, como hacen normalmente las estrellas, sino a modo de remolino y desprendiendo cantidades ingentes de energía de rayos Gamma.

Los investigadores saben que tras la explosión el material se movía a gran velocidad, "como si el sumidero de un lavabo se tratara", lo que creó un agujero negro en el centro.


La supernova liberó la energía de 200 soles durante toda su vida en un segundo

La energía que generó la hipernova podría ser equivalente a la energía que emiten 200 estrellas como el Sol durante toda su vida concentrada en un segundo.

"Si hubiéramos introducido una cámara en el interior de la estrella, se vería, después de atravesar las sucesivas capas, que en el centro hay un agujero negro que va tragando la estrella y la forma en la que lo devora no ocurre de forma radial o esférica", cuenta el astrofísico.



"En la explosión de las supernovas se producen dos chorros opuestos que perforan la estrella y llegan hasta su superficie. Taladran la estrella como si fuera un palillo de una aceituna", ha relatado Gorosabel.

Además, la luz vibra a través del chorro de forma circular, como un sacacorchos, lo que indica que en el interior hay un agujero negro que gira muy rápidamente.
VLT, lugar adecuado, momento adecuado

El investigador del CSIC ha destacado que el Observatorio Austral Europeo se encuentra en un lugar con "muchísimas noches despejadas y muy oscuro, sin contaminación lumínica".

Por estas características y porque el telescopio VLT 'miraba' en la dirección en la que se produjo uno de los chorros de energía producidos tras la explosión de la hipernova.

"Si el VLT no hubiera estado mirando al chorro, no habríamos visto el agujero negro. Pudimos observar la luz emitida durante la explosión, que debía estar polarizada circularmente", ha subrayado Gorosabel, quien ha explicado que el telescopio tiene un instrumento muy sensible llamado polarímetro para detectar, precisamente, esta luz.

Por otro lado, el astrofísico ha manifestado que la investigación el trabajo teórico que se ha venido realizando desde finales de los 70 precede al hallazgo. Ahora, la avanzada tecnología disponible permite hacer medidas muy precisas y demostrar esas hipótesis.

El misterio de los agujeros negros


Los agujeros negros estaban, sin que apenas nadie lo percibiera en aquel entonces, en el centro la Teoría de la Relatividad General de Einstein. Nadie excepto el excelso matemático y astrofísico que dirigía a principios del Siglo XX el Observatorio de Postdam, Karl Schwarzschild, quien se daría cuenta pronto de su existencia y su importancia en la gravitación universal.
Pero la Primera Guerra Mundial complicó mucho su trabajo científico. Cuando Einstein publicó los artículos en los que enunciaba las ecuaciones del campo gravitatorio de su teoría, Schwarzschild se encontraba destinado en los campos de batalla de Rusia, encargado de calcular la trayectoria de los proyectiles de artillería. Él mismo se había presentado voluntario al ejército del Imperio alemán. Pero el trabajo debía quedársele pequeño porque, tras leer el trabajo de Einstein, se puso inmediatamente a aplicar las nuevas ecuaciones a los objetos del Cosmos.
Y las conclusiones no tardaron en llegar. En enero de 1916 -sólo tres meses después de la publicación de la Teoría de la Relatividad General-, Schwarzschild envió por correo sus resultados a Einstein.«Estoy seguro de que permitirán a su teoría brillar con mayor pureza», escribió desde el frente ruso el astrofísico alemán. El propio genio de la Física se rindió ante los cálculos de Schwarzschild. «Jamás habría esperado que la solución exacta al problema pudiera formularse de una manera tan simple», respondió, según cita el escritor Walter Isaacson en la biografía titulada Einstein, su vida y su universo (Debate).
Dyson: «Los agujeros negros no son raros y no constituyen un adorno accidental de nuestro universo. Son los únicos lugares del Universo donde la Teoría de la Relatividad de Einstein se muestra en toda su potencia y esplendor»
Pero no en todo estaba de acuerdo con los cálculos de Schwarzschild. Éste se había centrado en la curvatura del espacio-tiempo, tanto fuera como en el interior de una estrella esférica. No obstante, en sus conclusiones había algo con lo que Einstein jamás comulgaría. Si toda la masa de la estrella se comprimiese en un espacio lo suficientemente pequeño, el espacio-tiempo se curvaría de forma infinita sobre sí mismo. Lo que ocurriría en ese caso es que dentro de ese pequeño espacio -definido por lo que ha pasado a la historia de la Ciencia como radio de Schwarzschild- nada podría escapar de la fuerza gravitatoria de ese cuerpo, ni siquiera la luz. Pero, además, el tiempo también se vería afectado, dilatándose hasta cero. Dicho de otro modo, si una persona se situase cerca de ese objeto ultradenso quedaría, a ojos de un observador externo, congelado en el tiempo.

La Tierra en una canica

Eso ocurriría, según sus cálculos, si toda la masa de nuestro Sol se comprimiera en un radio de algo menos de tres kilómetros o a la Tierra si pudiésemos concentrar su masa en una canica de dos centímetros. Para Einstein esto era, sencillamente, imposible. Pero ni uno ni otro tendrían tiempo para comprobar que de lo que estaban hablando era de los agujeros negros. Schwarzschild murió en el frente a consecuencia de una enfermedad autoinmune que atacó a las células de su piel pocas semanas después de escribir a Einstein. Y éste también moriría antes de que otros gigantes científicos como Stephen Hawking, Roger Penrose, John Wheeler o Freeman Dyson demostrasen en la década de los 60 que la extraña teoría de Schwarzschild era algo más que real.
Al contrario de lo que ocurre con otras disciplinas científicas, los físicos suelen ser muy buenos vendedores de sus teorías y sus nombres son en ocasiones auténticos productos de marketing diseñados para triunfar. Según cuenta el profesor de Física de la Universidad de Columbia Brian Greene en su obra La realidad oculta (Crítica), el hecho de que el abismo gravitatorio creado por los agujeros negros atrape incluso a la luz implica que estas regiones del Universo estén fundidas en negro, por lo que, poco después de que se publicasen los resultados de Schwarzschild, fueron denominadas como «estrellas oscuras». También el efecto que tienen sobre el tiempo llevó a que se propusiese el nombre de «estrellas congeladas». Pero eso fue hasta que, medio siglo después, John Wheeler -físico teórico de la Universidad de Princeton y uno de los pioneros de la fisión nuclear dentro del Proyecto Manhattan que permitió el desarrollo de la bomba atómica- comenzó a estudiar estos objetos cósmicos ultradensos. «Wheeler, casi tan adepto al marketing como a la física», popularizó estas estrellas con el nombre que las ha hecho célebres: «agujeros negros», relata Greene.
En la actualidad, se han descubierto decenas de agujeros negros en todo el Universo y no pasa una sola semana sin que la comunidad científica publique un nuevo avance en el estudio de estos densos objetos cósmicos. Como explicó el brillante físico británico -nacionalizado después estadounidense- Freeman Dyson, los agujeros negros «no son raros y no constituyen un adorno accidental de nuestro universo. Son los únicos lugares del Universo donde la Teoría de la Relatividad de Einstein se muestra en toda su potencia y esplendor».
Sin embargo, a pesar de los casi 100 años que han pasado desde su descubrimiento y de los esfuerzos de algunas de las mentes científicas más brillantes del siglo XX aún hay muchas incógnitas en torno a los agujeros negros.
La última gran esperanza para avanzar en el conocimiento de estos misteriosos objetos se acaba de desvanecer recientemente. A pesar de lo terrorífico que pueda sonar para el gran público el concepto deun gran sumidero cósmico capaz de engullir cualquier objeto del Universo y del que nada puede escapar, hay agujeros negros en todas las galaxias.

Un sumidero cósmico cercano

Se han detectado agujeros negros en algunas cercanas, como en la Nube de Magallanes, a más de 130.000 años luz de distancia de la Tierra. Pero también en la Vía Láctea. De hecho, un enorme agujero negro de cuatro millones de veces la masa del Sol, llamado Sagittarius A*, domina el centro de nuestra galaxia.
Cuando engullen la materia de cualquier objeto cósmico, la gran atracción que generan acelera esta materia hasta una velocidad cercana a la de la luz. Y cuando eso sucede... ¡Fuegos artificiales! Se emiten rayos X
«En la Vía Láctea hay unos 100.000 millones de estrellas y todas ellas giran en torno a este fantástico agujero negro», dice Jorge Casares, investigador del Instituto Astrofísico de Canarias y de la Universidad de la Laguna. «Para tener ligadas gravitacionalmente a tantas estrellas hay que tener un agujero negro como Sagittarius A* o mayor», asegura.
A principios de año, dos de los grupos más punteros en el estudio y seguimiento de este agujero negro -el que dirige Andrea Ghez en la Universidad de California, Los Angeles (UCLA), y el de Stefan Gillessen en el Instituto Max Planck para Física Extraterrestre de Alemania- anunciaban que, por primera vez, los astrónomos tendrían la posibilidad de asistir a uno de los banquetes cósmicos de Sagittarius A*. Las observaciones indicaban que en los meses de marzo o abril de 2014 una nube de gas pasaría por el punto más cercano al agujero negro y sería devorada en apenas unos días.
La comunidad astrofísica esperaba el acontecimiento con impaciencia, pero finalmente no ha sido así. Las previsiones han fallado. La semana pasada, la propia Andrea Ghez publicaba una comunicación en un sistema de intercambio de información científica llamado The Astronomer's Telegram donde aseguraba que, después de alcanzar el punto más cercano a Sagittarius A*, la nube de gas -denominada G2- «está todavía intacta». Incluso en ese punto de máximo acercamiento, la distancia entre la nube de gas y el agujero negro sería todavía de 200 veces la distancia que hay de la Tierra al Sol.
«Se esperaba que se deshiciera en el punto más cercano y no ha sucedido», explica Marc Ribó, investigador experto en agujeros negros de la Universidad de Barcelona. «Se sigue observando como si fuera una fuente puntual, lo que permite pensar que G2 podría ser una nube de gas, pero que está alrededor de una estrella», opina.
Las previsiones científicas indicaban que la enorme fuerza gravitacional del agujero negro del centro de nuestra galaxia debería atraer a la nube de gas a velocidades de varios miles de kilómetros por segundo. Sólo para dar una idea de la magnitud, a esa velocidad se podría volar de desde Estados Unidos a España en menos de un segundo. Sin embargo, la fuerza gravitacional de esa posible estrella del interior de la nube de gas podría haber impedido que G2 fuera engullida por el agujero negro.
Representación artística del disco y de los chorros eyectados en el...
Representación artística del disco y de los chorros eyectados en el agujero negro de Cygnus X-1. 
«Todavía hay gas que está siendo arrancado de este objeto, de la nube G2», asegura a EL MUNDO Andrea Ghez. «Y este material aún podría chocar eventualmente con Sagittarius A*, incluso aunque hubiese una estrella en el centro que evite que el objeto entero sea atraído en forma de espiral y devorado por el agujero negro. Así que sólo es cuestión del grado y la magnitud del evento que podamos observar», dice.
Sea como fuese, se ha desvanecido una oportunidad única para estudiar la acreción de una gran cantidad de materia en uno de los agujeros negros que predecía la Teoría de la Relatividad de Einstein y que demostró en 1916 Karl Schwarzschild desde los campos de batalla rusos.
Resulta paradójico pensar que, a pesar de la urgente actualidad que tiene el estudio del centro de la galaxia para los astrofísicos, Sagittarius A* se encuentra a 26.000 años luz de distancia de la Tierra, por lo que los acontecimientos que se estudian hoy ocurrieron en realidad hace 26.000 años.
Para los astrofísicos, la oportunidad perdida tampoco es el fin del mundo. «Puede ser que volvamos a tener alguna otra oportunidad a lo largo de nuestra vida», afirma Ribó. «Si hubiera pasado hace 15 años, no lo hubiéramos visto, porque los instrumentos de observación de entonces no lo permitían», dice. Y tiene mucha razón. El avance de las tecnologías de observación espacial de los últimos años han sido determinantes. Pero no sólo la construcción de potentes telescopios con espejos de varios metros de diámetro en el desierto de Atacama de Chile o en Hawai. También están siendo fundamentales otras tecnologías para profundizar en el estudio de los misteriosos agujeros negros.

Fuegos artificiales

El hecho de que su enorme atracción gravitatoria arrastre hasta a las partículas elementales de la luz -los fotones-, hace que no emitan ninguna señal y que sean imposibles de detectar por sí mismos. «Los agujeros negros se pueden detectar en fases de actividad, cuando engullen cosas», explica Casares. Si están en estado de quietud, no hay nada que dé la alarma. «No vemos nada», dice.
Sin embargo, cuando engullen la materia de cualquier objeto cósmico, la enorme atracción que generan acelera esta materia hasta una velocidad cercana a la de la luz. Y cuando eso sucede... ¡Fuegos artificiales! Los jirones de materia que el agujero negro arranca a las estrellas o a las nubes de gas cercanas emiten rayos X y otros tipos de radiación que los instrumentos astronómicos actuales son capaces de detectar aunque estén a decenas de miles de años luz de distancia.
Los fuegos artificiales que los astrofísicos pueden ver cuando se produce una acreción de materia en un agujero negro consisten en la formación de un disco de material y de chorros que salen eyectados de forma perpendicular al disco.
«Además de los telescopios de luz infrarroja o de rayos X, estos hallazgos han sido posibles gracias a técnicas de óptica adaptativa que son capaces de corregir en las imágenes las turbulencias de la atmósfera, que deforman las estrellas», dice Casares. «Es como si pudiésemos situar el Very Large Telescope (VLT) del desierto chileno de Atacama por encima de la atmósfera y observar desde allí el espacio».
Los agujeros negros supermasivos como el que ocupa el centro de la Vía Láctea parecen tener mucho más atractivo para el gran público. Pero lo más habitual para los astrofísicos es detectar otros más pequeños -de cinco o diez masas solares- que normalmente están asociados a una estrella, a la que arrancan la materia que es engullida y que permite a los físicos observar el acontecimiento. Según el criterio de los científicos, si su masa es equivalente a tres veces la del Sol es un agujero negro, pero si es menor puede ser otras cosas, como una estrella de neutrones.
Hasta ahora, la comunidad científica ha detectado unos 20 agujeros negros confirmados. Un equipo científico español en el que participan Jorge Casares y Marc Ribó es uno de los más activos en la búsqueda de estos objetos y es responsable del hallazgo de seis de los 20 encontrados en total. «Vemos unos dos eventos de acreción de materia en agujeros negros cada año», dice Casares. «Es más fácil ver acontecimientos en agujeros negros más pequeños», explica Ribó.
La explosión de una estrella en una supernova puede dar lugar a uno de estos objetos cósmicos y, de hecho, esto ya se ha observado tras un colapso estelar. Pero lo que continúa siendo un enigma es cómo se formaron los agujeros negros de varios millones -incluso de millones de millones- de masas como la del Sol. «Los agujeros negros muy masivos, de cientos de miles de millones de masas solares se postula que se formaron en el origen del Universo, cuando las estrellas que se formaban en aquel cosmos primigenio tenían masas enormes y explotaban como supernovas», dice Casares. La formación de cúmulos de agujeros negros en aquel universo recién nacido podría explicar la presencia de gigantes como Sagittarius A*.

Materia oscura

Otro de los grandes misterios de los agujeros negros es por qué existen de pequeño tamaño, unas cinco o 10 masas solares, y de gran tamaño, millones de veces la masa del Sol y no hay evidencias de la existencia de agujeros negros intermedios de 100 o 1.000 masas solares. Demasiadas incógnitas. Pero en este terreno de la Astrofísica y Física teórica de vanguardia todo puede complicarse aún más. Y es que en algún punto el papel cósmico de los agujeros negros se da la mano con otro de los grandes misterios actuales del estudio del Cosmos: la materia oscura.
El año próximo, el proyecto Event Horizon Telescope -una iniciativa para crear una red global de observatorios para estudiar el entorno inmediato de Sagittarius A*- alcanzará suficiente resolución como para diferenciar la luz que es arrastrada hacia el interior del agujero negro de la que va a parar al enigmático halo de materia oscura que lo rodea.
Hace apenas tres días, un equipo científico de EEUU daba un paso adelante en el estudio de esta indescifrable pareja de objetos cósmicos que domina nuestra galaxia. El descubrimiento de una estrella que viaja a una velocidad de casi dos millones de kilómetros por hora podría arrojar luz sobre el más oscuro secreto de la Vía Láctea. «No podemos ver el halo de materia oscura, pero su gravedad actúa sobre la estrella», dice Zheng Zheng, profesor de Física y Astronomía de la Universidad de Utah y autor principal del estudio.
Según los expertos, una desviación de la forma prevista de este misterioso halo podría indicar que la teoría de la gravedad de Einstein necesita ser revisada. Pero aún es pronto para eso. En el año 2018, una estrella llamada So-2 pasará considerablemente más cerca del agujero negro gigante del centro de nuestra galaxia de lo que está la nube de gas G2 en este momento. La órbita de esta estrella podría poner a prueba si las ecuaciones de Einstein describen correctamente la gravedad en las inmediaciones de un agujero negro supermasivo. Para ese momento, las teorías del genial físico alemán y los cálculos matemáticos de Karl Schwarzschild ya habrán cumplido más de 100 años. Y, como en aquel momento, los agujeros negros aún serán uno de los grandes misterios del Universo para los físicos.

Una galaxia fallida vuela hacia nosotros a gran velocidad


La denominada Nube de Smith, formada por hidrógeno, se dirige hacia la Vía Láctea en una especie de coraza de materia oscura.









Como una bala envuelta en una coraza metálica, una nube de hidrógeno se dirige hacia la Vía Láctea encerrada en una cáscara de materia oscura, según un nuevo análisis de datos realizado con el telescopio estadounidense GBT (Green Bank Telescope).

Los astrónomos creen que sin esa capa protectora, esta nube de alta velocidad (HVC) conocida como la Nube de Smith se habría desintegrado hace mucho tiempo cuando por primera vez chocó con el disco de nuestra galaxia.

Si es confirmado por otras observaciones, el hallazgo podría significar que la Nube de Smith es en realidad una galaxia enana fracasada, un objeto que tiene todo el material adecuado para formar una verdadera galaxia, pero que no basta para producir estrellas.

"La nube de Smith es única en su clase. Es rápida, bastante extensa, y queda lo suficientemente cerca como para estudiarla en detalle", dijo Matthew Nichols, del Observatorio Sauverny en Suiza y autor principal de un artículo aceptado para su publicación en la revistaMonthly Notices de la Royal Astronomical Society. "También es un poco un misterioso, ya que un objeto como este no debería sobrevivir a un viaje a través de la Vía Láctea, pero todo apunta a que lo hizo".

Estudios anteriores de la Nube de Smith revelan que pasó primero a través de nuestra galaxia hace muchos millones de años. Tras un examen de la nube, los astrónomos creen ahora que está envuelta en un "halo" de materia oscura, la materia invisible que constituye aproximadamente el 80 por ciento de toda la materia en el Universo .

La Vía Láctea está rodeada por centenares de nubes de alta velocidad, que se componen principalmente de hidrógeno demasiado enrarecido para formar estrellas en cualquier cantidad detectable. La única manera de observar estos objetos es con radiotelescopios exquisitamente sensibles como el GBT. Si fuera visible a simple vista, la Nube de Smith cubriría casi tanto cielo como la constelación de Orión.

La mayoría de las nubes de alta velocidad comparten un origen común con la Vía Láctea, ya sea como bloques de construcción sobrantes de la formación de galaxias o cúmulos de materiales lanzados por las supernovas en el disco de la galaxia. Algunos, sin embargo, son intrusos que vienen desde más lejos. La Nube de Smith y el halo que la recubre es una de esas raras excepciones.

Actualmente, la Nube de Smith está a cerca de 8.000 años luz de distancia del disco de nuestra galaxia. Se está moviendo hacia la Vía Láctea a más de 150 kilómetros por segundo.
El momento del impacto

"Uno de los extremos de la nube está ya en contacto con gas de nuestra galaxia", afirma Felix J. Lockman, del equipo del National Radio Astronomy Observatory que está estudiando la nube y que acaba de presentar sus resultados.

La nube tomó su nombre de su descubridor, en 1963, y según el instituto tiene suficiente materia como para crear un millón de estrellas como el Sol. Sus dimensiones son inabarcables: 11.000 años luz de longitud y una anchura de 2.500 de años luz.

Los científicos afirman que la nube impactará con la Vía Láctea en un ángulo de 45 grados y estiman que cuando eso ocurra, se produciráuna enorme explosión que creará miles de estrellas. Una especie de fuegos artificiales estelares, según cuentan sus autores. Sin embargo, falta mucho para que ocurra: estiman que el impacto ocurrirá dentro de unos 40 millones de años.

JKCS 041: El cúmulo de galaxias más lejano

El cúmulo que se convirtió en uno de los objetos del universo antiguo más estudiados.


Los cúmulos estelares son una agrupación de miles o millones de estrellas, pueden ser jóvenes o extremadamente viejas. Desde la tierra son visibles a simple vista las Pleiades, Hyades y el Pesebre, observado y documentado desde el año 1610 por Galileo. Estos cúmulos pueden tener entre 10,000 y varios millones de estrellas, tan solo en la Vía Láctea habría 150 de ellos.
Desde 2006 Andrew  Newman de “Carnegie Institution for Science” ha estado estudiando el cúmulo JKCS 041. Un cúmulo situado a 9.9 mil millones de años luz pero que no contiene estrellas, si no 19 galaxias. Esto lo convierte en la agrupación galáctica más distante, conocida hasta la fecha.
El estudio que se publicó en “The Astrophysical Journal”  se dedico a rastrear las emisiones de rayos x que el observatorio Chandra había detectado. El estudio descubrió que la temperatura que la temperatura dentro del cúmulo, por acción de la gravedad, alcanzaba los 80000 grados K.
El equipo utilizó además al telescopio espacial Hubble para realizar una análisis espectroscopio, que no es más que descomponer la luz en los diferentes colores que la constituyen y se encontró que la mayoría de las galaxias en JKCS 041 ya habían entrado en su fase final: inactividad.
Esto llevó al equipo a plantear una nueva pregunta de investigación, que necesitará más investigación para ser respondida.Cuando las galaxias entran en su fase quiescente las colisiones de todas los miembros del cúmulo hace que incrementen su tamaño, creciendo como una nueva galaxia gigantesca, pero en el caso de JKCS 041 no es así.

Descubren una galaxia 'fantasma' que no fabrica estrellas

NASA: Descubren una galaxia 'fantasma' que no fabrica estrellas

NASA: Descubren una galaxia 'fantasma' que no fabrica estrellas

Se trata de un auténtico fósil viviente, una valiosísima “foto” de un Universo antiguo y primitivo. Este nuevo descubrimiento ha revolucionado a la NASA.

Washington. Un nuevo descubrimiento espacial revolucionó las oficinas de la NASA. Se trata de “Segue 1”, una galaxia en la que hace mucho tiempo que no nacen nuevas estrellas.
De hecho, las pocas que hay proceden de la primera hornada de producción estelar, muy cerca de los tiempos lejanos del Big Bang. Por estos motivos, es considerado un ejemplar galáctico único, un auténtico fósil viviente en el que la evolución clásica de las demás galaxias nunca llegó a producirse.
Detalla el diario español “ABC” que Segue 1 duerme a 75.000 años luz de nosotros, lo que equivale al vecindario de la Vía Láctea, y suma toda una colección de propiedades extrañas: Es muy poco brillante, de hecho la galaxia más débil jamás detectada por el hombre; Es pequeña, ya que apenas si contiene un millar de estrellas; y tiene una composición química de lo más peculiar, casi carente por completo de elementos metálicos.
Investigadores del Massachussetts Institute of Technology (MIT), la Universidad de California y la Carnegie Institution of Science, ha conseguido analizar en profundidad esa inusual composición y ha descubierto nuevas pistas sobre cómo evolucionaron las galaxias en las primeras etapas del Universo. O, en este caso, sobre la sorprendente falta de evolución de Segue 1.

Planeta que tarda 80.000 años terrestres en dar la vuelta a su estrella


Descubren un planeta que tarda 80.000 años terrestres en dar la vuelta a su estrella






Un equipo de astrónomos de la Universidad de Montreal descubrió un nuevo planeta donde un año dura lo que serían 80.000 en la Tierra, ya que la distancia de la órbita es equivalente a 2.000 unidades astronómicas (UA).

El descubrimiento fue gracias a las observaciones realizadas con el telescopio infrarrojo del observatorio Gemini en Hawaii, y se publican dentro de unos días en The Astrophysical Journal.

El sistema se encuentra a unos 155 años luz de la Tierra, en la constelación de Piscis. La estrella (GU Psc) es tres veces más pequeña que nuestro Sol y el planeta es un gigante gaseoso que fue detectado por observación directa.

El hecho de que se encuentren tan separados fue una ventaja a la hora de detectarlo, pues de esta forma en el sistema de infrarrojos destaca más que en luz visible. Comparando con diferentes modelos averiguaron que el planeta tiene una temperatura de unos 800°C y que la estrella tiene una masa de 9 a 13 veces la de Júpiter.

Los astrónomos estaban buscando en esa región porque se trata de una estrella joven y la detección de exoplanetas es más favorable. Aún así, advierten, no significa que existan muchos planetas como éste.

"Hemos observado más de 90 estrellas y solo hemos encontrado un planeta, espor eso que se trata de una verdadera rareza astronómica", asegura Étiene Artigau, uno de los investigadores. "GU Psc b es un verdadero regalo de la naturaleza", añade René Doyon, , supervisor del trabajo. "La gran distancia que le separa de su estrella nos permitió estudiarlo en profundidad con distintos instrumentos, lo que nos dará un mejor conocimiento de los exoplanetas en general".

El equipo planea ahora observar cientos de estrellas para detectar planetas en órbitas similares. El descubrimiento pone de manifiesto la posibilidad de que existan planetas a distancias más alejadas de lo esperado y a buscarlos mediante imágenes en el infrarrojo.

El clima espacial pone trabas a los planetas que orbitan enanas rojas con potencial para albergar vida


El clima espacial pone trabas a los planetas que orbitan enanas rojas con potencial para albergar vida







La vida en el universo podría ser aún más rara de lo que se piensa. Recientemente, los astrónomos que buscan mundos potencialmente habitables se han dirigido a las estrellas enanas rojas porque es el tipo más común, que comprende el 80 por ciento del Universo. Pero un nuevo estudio muestra que las inclemencias del tiempo espacial podrían despojar de su atmósfera a cualquier planeta rocoso que orbita en la zona habitable de una de estas estrellas.

"Un planeta que orbita una enana roja se enfrenta a un entorno espacial extremo, además de otros factores de estrés como la fijación de marea", ha señalado el experto del centro Harvard-Smithsoniano, Ofer Cohen.

Según ha explicado, durante la presentación de este estudio en la Sociedad Astronómica Americana, la Tierra está protegida contra las erupciones solares y el clima espacial por su campo magnético. Al igual que los escudos de la nave estelar Enterprise, el campo magnético de la Tierra desvía los rayos de energía entrantes.




Las estrellas enanas rojas son más pequeñas y más frías que el sol. Para estar en la zona habitable de esta estrella un planeta tendría que estar mucho más cerca de lo que la Tierra está del Sol. Como resultado, el planeta estaría sometido a un severo clima espacial.

Trabajos anteriores han analizado el impacto de las erupciones estelares de una enana roja en un planeta cercano. Por el contrario, la nueva investigación analiza el efecto de vientos de dirección constante de la enana roja estelar. Para ello, el equipo ha utilizado un modelo informático desarrollado en la Universidad de Michigan para representar tres enanas rojas con planetas conocidos orbitando.

Al examinarlos, encontraron que incluso un campo magnético similar al de la Tierra no podría proteger necesariamente un mundo en la zona habitable de un bombardeo continuo del viento de la estrella. Aunque hubo momentos en los que los escudos magnéticos del planeta se mantuvieron firmes, pasó mucho más tiempo con ellos en estado débil.

"El medio ambiente espacial cercano a los exoplanetas es mucho más extremo que al que se enfrenta la Tierra", ha explicado otro de los autores del estudio, Jeremy Drake. "La consecuencia final es que cualquier planeta potencialmente habitable tendría un ambiente despojado de estas características", ha reconocido.

Este clima espacial extremo también podría desencadenar espectaculares auroras, o luces del norte. La aurora en un planeta que orbita una enana roja podría ser 100.000 veces más fuerte que las de la Tierra.

¿Son los planetas diamante más comunes de lo esperado?

   Los planetas ricos en carbono, también conocidos como planetas diamante, pueden ser más comunes de lo que se pensaba, según un nuevo estudio elaborado por astrónomos de la Universidad de Yale.
   La importancia de estos mundos, según han explicado los expertos, consiste en que podrían contener vastos depósitos de grafito o de diamantes. Así, esta aparente abundancia impulsa nuevas preguntas sobre las implicaciones de los entornos ricos en carbono para el clima, la tectónica de placas, y otros procesos geológicos, así como para la vida.
   "A pesar de que en la Tierra hay una cantidad relativamente pequeña de carbono, éste ha sido fundamental para el surgimiento de la vida y la regulación del clima a través del ciclo del carbono-silicato", ha explicado uno de los autores de la investigación, John Moriarty.
   "Existe la pregunta, aún abierta, de cómo la química rica en carbono afecta a la habitabilidad de exoplanetas. Esperamos que nuestros hallazgos despierten el interés en esta investigación para ayudar a responder a estas preguntas", ha añadido.
   Generalmente, los exoplanetas rocosos están compuestos --como la Tierra-- en gran parte de hierro, oxígeno, magnesio y silicio, con sólo una pequeña fracción de carbono. Por el contrario, los planetas ricos en carbono podrían tener entre un pequeño porcentaje, y tres cuartas partes de su masa en carbono.
   El equipo que ha llevado a cabo este estudio, publicado en'Astrophysical Journal', ha desarrollado un modelo avanzado para estimar la composición de estos exoplanetas. Si los modelos anteriores se basaron en fotografías estáticas de los discos gaseosos en los que se forman los planetas, el nuevo hace un seguimiento de los cambios en la composición del disco a medida que envejece.
   Gracias a ello, los investigadores encontraron que no sólo los discos con relaciones de carbono-oxígeno superiores a 0,8 producían este tipo de mundos, como se creía hasta ahora. Si no que han descubierto que los planetas ricos en carbono pueden formarse también en discos con una relación carbono-oxígeno tan baja como de 0,65 por ciento si se forman cerca de su estrella madre.
   Para los investigadores este dato es de gran importancia porque "hay muchas más estrellas con relaciones de carbono-oxígeno de 0,65 por ciento y superiores se las que sobrepasan el 0,8 por ciento.
   "Nuestro estudio muestra que los mundos extraterrestres pueden ser sumamente diversos en sus composiciones químicas, incluyendo muchos que son drásticamente diferentes de nuestra experiencia terrenal", concluye el trabajo.

Sólo en nuestra galaxia, podrían existir 100 millones de planetas con vida compleja


Sólo en nuestra galaxia, podrían existir 100 millones de planetas con vida compleja


Aproximadamente, entre uno y dos por ciento de todas las estrellas de la Vía Láctea poseen las condiciones adecuadas para albergar vida, sugiere un reciente estudio.




Los planetas con índices más altos se localizan muy lejos de la Tierra.





Tras un análisis de más de 1.000 exoplanetas de nuestra galaxia por su densidad, temperatura química, edad y distancia de la estrella madre, investigadores de la Universidad de Texas en El Paso (EE.UU.), formularon un "índice de complejidad biológica" que varía entre 0 y 1,0.



El índice se mide en "el número y el grado de características asumidas para ser importante para el apoyo a múltiples formas de vida multicelular".

Al suponer que Europa (una luna de Júpiter que supuestamente tiene un océano por debajo de su capa de hielo) es un buen candidato para la vida, los científicos estimaron que el 1-2% de exoplanetas tendría un índice de complejidad biológica aún mayor que este cuerpo celeste. Así que con 10.000 millones de estrellas que alberga la Vía Láctea, una vida compleja puede existir en cerca de 100 millones de planetas, como mínimo, creen investigadores.

Sin embargo, no hay garantía de que tal forma de vida exista en cualquiera de estos cuerpos celestes, sino que las condiciones allí pueden ser propicias para la existencia de la vida. "Por un lado, parece muy poco probable que estemos solos en el universo", declaró Louis Irwin, autor principal del estudio y profesor emérito de la Universidad de Texas. "Por otro lado, es extremadamente improbable encontrar una forma alienígena de vida de nuestro nivel de complejidad", añade el científico.

Así que se trata de organismos más complejos que un microbio. Con ello, los planetas conocidos con los índices más altos se localizan muy lejos de la Tierra. Por ejemplo, uno de los más cercanos, el sistema Gliese 581, está a 20 años luz de distancia de nuestro planeta.

Descubren un gigantesco planeta rocoso equivalente a 17 tierras


Foto: ABC

(Caracas, 2 de junio. Noticias24).- En un artículo del portal ABC relatan que cientos de astrónomos que asisten anualmente al encuentro de la Sociedad Astronómica Americana (AAS) quedaron atónitos ante el descubrimiento de equipo de investigadores del Centro Harvard-Smithsonian de Astrofísica (CfA), quienes afirman haber hallado un nuevo mundo sólido y rocoso, con una masa equivalente a 17 tierras, algo que muchos pensaban que era imposible.

Kepler 10c, en teoría, tendría que haber atraído grandes cantidades de hidrógeno y convertirse en un gigante gaseoso similar a Júpiter, por lo que su formación es un completo misterio. Es mucho mayor que cualquiera de las “super tierras”, de hecho es tan grande que define una nueva categoría bautizada como “mega tierras”.

La existencia de este asombroso planeta plantea que si pudo fabricar rocas, también puede fabricar vida.

El nuevo planeta orbita una estrella muy parecida al Sol una vez cada 45 días, es decir, extraordinariamente rápido para un mundo de su masa. Se encuentra a unos 560 años luz de distancia, en la constelación de Draco, y forma parte de un sistema al que también pertenece un mundo de lava con tres masas terrestres (Kepler 10b), que completa una órbita en apenas 20 horas.

Como su propio nombre indica, Kepler 10c fue visto por primera vez por los instrumentos de la sonda Kepler, una nave especialmente diseñada para la búsqueda de exoplanetas y que ya ha localizado casi 3.000 mundos fuera de nuestro Sistena Solar.

Para detectar planetas, Kepler utiliza el método del tránsito, que consiste en medir las ligeras variaciones del brillo de las estrellas cuando un planeta pasa delante de ellas. Midiendo ese pequeño oscurecimiento, los astrónomos pueden calcular el tamaño del planeta que lo ha causado, y también su diámetro, aunque no pueden saber si se trata de un mundo sólido o gaseoso.

Se sabía, pues, que Kepler 10c tiene un diámetro de casi 30.000 km (2,3 veces el de la Tierra), lo cual le colocaba en una categoría de mundos llamada “mini neptunos”, dotados de gruesas envolturas gaseosas.

Para conocer su masa, el rquipo capitaneado por Dumusque decidió utilizar el instrumento HARPS-North del Telescopio Nazionale Galileo, en las islas Canarias. Y hallaron que pesaba 17 veces más que la Tierra, es decir, mucho más de lo que se esperaba. Lo cual era una demostración clara de que Kepler 10c era mucho más denso que un mundo gaseoso, y que estaba compuesto de rocas y otros materiales sólidos.

“Kepler 10c no ha ido perdiendo su atmósfera a lo largo del tiempo. De hecho, es lo suficientemente masivo como para retener la suya, si es que alguna vez llegó a tenerla -explica Dumusque-. Debió de formarse tal y como lo vemos ahora”.

Las teorías vigentes sobre la formación de planetas se enfrentan ahora a la dificultad de explicar cómo es posible que un mundo rocoso tan grande haya conseguido formarse. Y lo que es más, nuevas observaciones apuntan a que no está solo.

Durante la misma reunión de la AAS, en efecto, otro astrónomo, Lars A. Buchhave, afirmó haber hallado una correlación entre el período de un planeta (el tiempo que tarda en completar una órbita alrededor de su estrella) y el tamaño a partir del cual ese planeta comienza su transición de sólido a gaseoso. Lo cual sugiere que a partir de ahora, si los astrónomos extienden sus búsquedas, podrían empezar a aparecer muchas más “mega tierras”.

El hallazgo de que Kepler 10c es una mega tierra tiene también profundas implicaciones en nuestro conocimiento de la historia del Universo y en las posibilidades de que surja la vida. De hecho, el sistema al que pertenece Kepler 10c (llamado Kepler 10), tiene unos 11.000 millones de años de antigüedad, lo cual significa que se formó menos de 3.000 millones de años después del Big Bang.

El Universo primitivo sólo contenía hidrógeno y helio. Los elementos pesados que se necesitan para formar planetas rocosos, como el silicio o el hierro, no existían al principio, y tuvieron que ser creados en los hornos de fusión de las primeras generaciones de estrellas. Cuando esas estrellas explotaron, diseminaron esos ingredientes esenciales a través del espacio, de forma que (como sucede con nuestro Sol) se incorporaron a las nuevas generaciones de estrellas y permitieron la formación de planetas.

Pero este proceso necesita muchos miles de millones de años para completarse. Y Kepler 10c demuestra que el Universo ya era capaz de formar mundos rocosos incluso en un tiempo en que los materiales pesados resultaban muy escasos.

La mera existencia de Kepler 10c, pues, nos dice que planetas rocosos como la Tierra pudieron formarse mucho antes de lo que pensábamos. Y si puedes fabricar rocas, también puedes fabricar vida.

La investigación implica que, a partir de ahora, los astrónomos no deberían descartar las estrellas más viejas, como sucede ahora, cuando buscan exoplanetas similares a la Tierra. Si las estrellas más antiguas también pueden tener planetas sólidos, entonces las posibilidades de encontrar mundos habitables cerca de nosotros acaban de dispararse.

‘Ven’ desde La Palma la primera megatierra en la constelación del Dragón

Imagen artistica el sistema planetario Kepler­10, en la constelación del Dragón, a 560  años luz de la Tierra (V. Guido/TNG)
Imagen artistica el sistema planetario Kepler­10, en la constelación del Dragón, a 560 años luz de la Tierra (V. Guido/TNG)
La Palma, como atalaya sideral, gracias a los potentes instrumentos estelares emplazados en El Roque de Los Muchachos, sigue realizando avistamientos espectaculares en la inmensidad de la bóveda celeste.
Espectrógrafo de alta precisión Harps-N instalado en el Telescopio Nazionale Galileo. Foto: A.Harutyunyan/TNG
Espectrógrafo de alta precisión Harps-N instalado en el Telescopio Nazionale Galileo. Foto: A.Harutyunyan/TNG
El espectrógrafo de alta precisión HARPS-N, instalado en el Telescopio Nazionale Galileo (TNG) del Instituto Nacional de Astrofísica de Italia, situado en el observatorio de El Roque de Los Muchachos, en las cumbres de Garafía, ha permitido a un consorcio científico formado por Italia, EEUU, Reino Unido y Suiza encontrar fuera del sistema solar al "primer" megaplaneta parecido a la Tierra "en relación" a su composición, pero con una masa 17 veces más grande, ha informado la Fundación Galileo Galilei-Instituto Nacional de Astrofísica (INAF) de Italia. Esta ‘captura’ no es la primera, aunque la realizada en 2013 era de menor tamaño.
El potente buscador de planetas HARPS-N (High Accuracy Radial Velocity Planet Searcher North, en inglés) viene operando en el TNG  desde hace poco más dos años. El citado mega planeta gemelo al globo terráqueo, bautizado con el nombre  Kepler-10c, orbita la estrella Kepler­10, en la constelación del Dragón, a 560 años luz de la Tierra.
El planeta Kepler­10c, detallan los responsables del TNG, ha sido descubierto por el satélite Kepler de la NASA” y  se ha establecido que su tamaño es 2,3 veces el de la Tierra.  Sin embargo, “solamente gracias al largo trabajo de observación del equipo que utiliza el espectrógrafo HARPS­N, los astrónomos han podido determinar su masa y averiguar que Kepler­10c es un planeta que, al igual que la Tierra, está  compuesto de hierro y rocas”, subraya la Fundación Galileo Galilei- INAF, en un comunicado.
El líder de este descubrimiento, Xavier Dumusque  (CFA, EEUU), ha comentado que “el resultado” del hallazgo “ha sido una sorpresa también para nosotros”. En realidad, dijo, “con las teorías actuales esperábamos que un planeta del tamaño de Kepler­10c no estuviera compuesto de rocas sino que fuera más parecido a los planetas helados como Neptuno.  Este resultado es  muy importante porque amplía la posibilidad de encontrar planetas en las zonas habitables de los sistemas planetarios”.
Kepler­10c necesita 45 días para cumplir una órbita alrededor de su estrella de “tipo solar” pero “mucho más vieja: 11.000 millones de años de edad” frente a los 4,5 mil millones  de “nuestro sistema solar”.
El descubrimiento de un planeta “tan denso dentro de un sistema planetario de 11.000 millones de años tiene importantes consecuencias también en nuestra visión del universo primordial”,  se resalta en el comunicado de Fundación Galileo Galilei- INAF. “Si un planeta de rocas como Kepler­10c se ha podido formar cuando el universo solo tenía tres mil millones de  años, esto significa que en esa época las estrellas de primera generación ya habían formado y difundido en el espacio elementos pesados”.
Añade que “este es otro dato a favor de la posibilidad de encontrar planetas gemelos a la Tierra ya que, según hemos visto, planetas de este tipo pueden crearse también en una época de vida del universo en la cual la concentración de metales era muy baja”.
El director del TNG, Emilio Molinari, señala que “estamos muy satisfechos de las prestaciones” del HARPS-­N  y asegura que el sofisticado instrumento “pone a Italia en primera línea en la investigación de los planetas extrasolares”.
Este espectrógrafo, declara por su parte Paolo Vettolani, director científico de INAF, “registra más de 20.000 imágenes científicas cada año y ha cambiado la filosofía de funcionamiento de todo el observatorio. Felicito al team que ha obtenido este resultado que ha sido posible gracias a la inversión que INAF ha hecho en el campo de la investigación de los planetas extrasolares, en términos de recursos instrumentales y de personal”, subraya.
El sistema planetario de la estrella Kepler­10 está formado por la repetida ‘mega tierra’ (el planeta 10c) y un planeta de lava de tres masas terrestres que orbita alrededor de su estrella en solo 20 horas.
Alessandro Sozzetti, miembro del equipo que ha medido la masa de Kepler­10c acentúa: “Una vez más, el uso de instrumentos de tecnología  muy avanzada abre a la ciencia más posibilidades de aquellas que se están buscando, y en esta investigación el TNG, con el HARPS ­N, está en perfecta simbiosis con el satélite Kepler”. “Aunque Kepler esté ahora en parte desactivado”, alega, “su segunda investigación, denominada K2, y aún más, la llegada de los satélites TESS, Cheops y PLATO en los cuales Italia e INAF están involucrados, harán que el cazador de planetas en La Palma tenga trabajo para mucho tiempo”.
Telescopio Nazionale Galileo (TNG), en el observatorio de El Roque de Los Muchachos. Foto: G.Tessicini/TNG.
Telescopio Nazionale Galileo (TNG) en el observatorio de El Roque de Los Muchachos. Foto: G.Tessicini/TNG.
El Telescopio Nazionale Galileo (TNG) tiene un espejo primario de 3,58 metros de diámetro. Está administrado y operado por la Fundación Galileo Galilei–INAF.
El HARPS-­N es la copia en el hemisferio norte del “exitoso instrumento HARPS” que viene funcionando desde 2003 en el telescopio de 3,6 metros de la ESO (Organización Europea para la Investigación Astronómica en el hemisferio austral) en el observatorio de La Silla (Chile), “con un desempeño y características idénticas”.  El HARPS­N es, por lo tanto, “el espectrógrafo más preciso para medir velocidades de estrellas en el hemisferio norte. Se encuentra instalado en el TNG y está dirigido por un consorcio internacional compuesto por la Universidad de Ginebra, TNG-INAF, Harward­Smithsonian CFA, Universidad de St. Andrews, Universidad de Edimburgo y Universidad de Queens en Belfast.
El HARPS-N no es el primer exoplaneta que ‘caza’. En octubre de 2013 se informó que un equipo científico internacional, liderado por Francesco Pepe de la Universidad de Ginebra y miembros de varios institutos de Suiza, Italia, Reino Unido y Estados Unidos, con el sofisticado espectrógrafo  del Telescopio Nazionale Galileo (TNG), caracterizó al planeta extra solar denominado Kepler-78b, “casi gemelo a la Tierra”, a unos 400 años luz de distancia, en la órbita de una estrella de la constelación del Cisne. Del  acontecimiento estelar dio cuenta la prestigiosa revista científica Nature.

Visita Mi Libreria Digital